The Rig (La Plataforma): ¿Qué puede malir sal?

 The Rig tenía un elenco como para esperar lo mejor de la tv británica: los que no habían estado en Line of Duty, habían aparecido en Game of Thrones, en Shetland o en Unforgiven. O algunos, como Mark Bonnar en más de una.
El trailer era bueno, la producción se veía interesante, y te vendía algo así como un misterio en torno a un posible desastre ecológico.
Lo único en lo que no le erramos era que había un desastre. Pero más bien artístico que ecológico.
The Rig es una serie que por suerte dura solo seis capítulos pero se sienten como quince. Va de menos a aún menos. Desculemos brevemente las mayores pifias:

1. El desarrollo de personajes.
Una de las primeras cosas que enseñan en los cursos de guión cinematográfico es que todo personaje tiene un backstory que puede o no informarse al espectador, pero que en la medida de lo posible debe cumplir con algunas condiciones como, ser relevante en el desarrollo de la trama, y en el caso de que estos datos le sean revelados al espectador, que sea a través de acciones. En The Rig, no pasa ninguna de las dos cosas. Las historias de los personajes no aportan absolutamente nada al desarrollo dramático, y además son enunciadas, declamadas, relatadas y explicadas. Iain Glen (Magnus) debería conmovernos por la pérdida de su hijo, pero es un dato que no tiene nada que ver con el supuesto desastre inminente que va a terminar con la vida en la plataforma (y muy posiblemente en la tierra). El embarazo de Rochenda Sandall  (Cat), y como la entidad primigenia que amenaza la tierra sabe de esa condición, no aporta ningún dato significativo. Están puestos ahí, sin ningún sentido.


2. Los dialogos.
Se supone que la ficción establece sus propias reglas. Nadie discutiría que el Ricardo III histórico no se pararía en el medio de la batalla a ofrecer su reino por un caballo, pero aceptamos que eso es posible en un escenario. El problema es que si los diálogos no establecen algún tipo de coherencia interna, estamos jodidos. Los personajes de The Rig pueden pasar de hablar de la extinción de la vida terrestre, a la situación en la costa, la presión atmosférica, o las dificultades de una pareja de mujeres para formar una familia, sin que la menor línea de coherencia las vincule. Las conversaciones  están puestas ahí, en mayor o menor medida, siguiendo la necesidad de cumplir con todas las agendas posibles. lo que nos lleva al siguiente punto.


3.El kistch (en términos políticos).
No hace falta que volvamos a explicar que es el kistch, o que es el camp (pueden siempre buscar leer Susan Sontag, o buscar en youtube la explicación que hace Federico Klemm sobre el kistch). Nos basta con recordar que lo que define esta categoría es el subrayado grueso de una determinada intención. El kistch se expresa en esas viñetas que deben necesariamente conmovernos (como esa porquería de cuadro de niño llorando, de Bruno Amadío). El kistch es la intención por encima de la expresión. Nada en el kistch es espontáneo.
El kistch político puede ser de izquierda o de derecha, pero siempre se manifiesta del mismo modo: por la torpeza en el que un tema de agenda se muestra a través de un determinado hecho artístico (o expresivo por ser un poco más mesurado, que no cualquier cosa es arte). El realismo socialista es kistch, como lo son también las películas de John Ford. Los soldados que le cantan a John Wayne en Río Bravo son igual de insoportables que las series rebosantes de conciencia social de la Televisión Pública. 
En The Rig, la agenda es vasta y abarca cuestiones que van desde el ecologismo sin mucho conocimiento científico (Ok, los combustibles fósiles son malos, pero también los parque eólicos dañan el ambiente. Pero esto último no se discute casi) a la agenda de la visibilida LGBTQ+. En este último punto me gustaría detenerme.
Me parece excelente que los productos audiovisuales promuevan la visibilidad y la normalización. Creo, por ejemplo, que un personaje como Ripley (Sigourney Weaver) hizo mucho más por la equidad de los derechos de las mujeres que Rosa Luxemburgo interpretada por Barbara Sukowa (sin discutir los méritos de la película de Margarette Von Trotha, simplemente considerando difusión y alcance). El tema es que la visibilidad no debe cargarse la coherencia del guión. En The Rig, no hay una pareja LGBTQ+, sino dos y en nigún caso revelar la sexualidad de los personajes aporta nada relevante a la trama. Con lo cual, caemos en otro de los peligros contemporáneos: la tokenización. Los personajes LGBTQ+ están solamente aquí como moneda de cambio para complacer a un público potencial.

Last but not least:

4.La bomba solar.

Los felices privilegiados que pudieron ver esa obra maestra del humor involuntario que es "Plan 9 del espacio exterior" (opera magna de Ed Wood) saben que la bomba solar es el núcleo de la trama. Los extraterrestres ladrones de cadáveres iban a destruir la tierra con la bomba solar. Toda la película se estructura en torno a esa posiblidad, y cuando por fin alguien se digna a explicar que carajos es, termina soltando una retahila de conceptos incomprensibles, para rematar con que "es algo así como ponerle una mecha a una lata con nafta". The Rig no es tan torpe como Plan 9, pero no anda demasiado lejos. Desde el capítulo 1 sabemos que algo amenaza la plataforma petrolera. Por el 3 se cuela la idea de que hay un ser primigenio submarino. En el capítulo 5 se nos dice que es inteligente. Y en el 6 ya nos importa un carajo. Un montón de disquisiciones sin sentido van sucediéndose sin que nada explique que quiere el ser primigenio.

Y al final, un cliffhanger nos deja esperando la segunda temporada.

Por mi, el que quiera esperar, que espere. Yo creo que mejor me maratoneo las tres prmeras temporadas de Grantchester.

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